La noticia de la deposición de Manuel Zelaya, alias “Mel”, nos tomó a los centroamericanos por sorpresa, no porque se tratara de un presidente digno y respetable… sino que porque en nuestra región el desfile de corruptos y apátridas que hemos tenido, terminan felices y animosos su gestión, sin que nuestros apáticos pueblos digan esta boca es mía. Se trataba del derrocamiento de un hombre que llegó con un traje de conservadurismo ideológico a la presidencia, para pronto involucionar, convirtiéndose en un fan del aprendiz de fascista Hugo Chávez, quien a su vez, ha sabido –con malévola destreza- retorcer la ley, quebrar la institucionalidad y burlarse de la constitución venezolana… para perpetuarse en el poder, al mejor estilo de otros dictadores de la historia contemporánea.
“Mel” Zelaya, adoptó –sin más- la receta de la “dictadura democrática” que fue diseñada y propuesta por Chávez y quiso – a ultranza y contra derecho- hacer su soberbia voluntad, importándole un comino, lo que opinara el Organismo Judicial de su país, ignorando la seriedad del mandamás de su ejército, al oponerse a obedecer al presidente en perpetrar una ilegalidad y burlando la opinión de la autoridad electoral y del propio congreso hondureño. La reacción, no se hizo esperar y los amantes de la libertad y la democracia hondureña, fraguaron un plan –desde su perspectiva legal- que partió de una orden de captura que el ejército hondureño simplemente ejecutó ¿Debían las fuerzas armadas acaso, negarse a cumplir con una orden judicial?
Simultáneamente, el congreso hizo lo propio y por abrumadora mayoría acudió a nombrar como presidente, a quien su propia legislación manda… es decir –al no haber vicepresidente- al presidente del Congreso. Cabe indicar que se trata de un correligionario de Zelaya que contó con el respaldo de casi todos los congresistas… e indudablemente el Congreso es el poder más representativo de cualquier democracia. Un error se dio en la estrategia por deponer al potencial dictador Zelaya quien fraguaba –a todas luces- perpetuarse en el poder. El detalle erróneo fue no encarcelar al infractor flagrante de la ley, Manuel Zelaya o al menos confirmarlo a arresto domiciliario.
Lejos de eso, resolvieron, dejaron en Costa Rica, en pijama y con ello, lo convirtieron de victimario a víctima… de pronto el mañoso presidente depuesto, era visto por el mundo como héroe de la democracia o como un rey sin corona.
Justamente así se sentía –previo a su destitución- “Mel”, como un rey… como un señor feudal, dueño de vidas y hacienda que –desde su perspectiva miope y distorsionada- no debía sujetarse a nada… ni a la constitución. Pensó “Mel” que era soberano y que su palabra era la ley que podía atropellar instituciones, destituir a quien le diera la gana y burlarse de los pesos y contrapesos que proponen los sistemas democráticos, justamente para evitar los abusos. Ignoró “Mel” que la alternabilidad en el poder, es uno de los fundamentos básicos de la democracia, es decir, no se le puede llamar democracia a una nación que tiene un dictador “electo” periódicamente, al estilo de Fidel Castro… quien “heredara democráticamente” su dictadura a su hermanito Raúl. Paradójicamente son Raúl Castro y Hugo Chávez, dos antidemocráticos consumados, quienes hoy alegan respeto a la democracia ¡Por favor!
Perpetrada la corrección a los abusos de “Mel” y siendo ya éste, “una víctima” favorecida por los neo socialistas y neo dictadores “democráticos” de Latinoamérica, liderados por el obtuso y abominable golpista Hugo Chávez… las cartas estaban echadas. De allí en adelante, era cosa de ponerle los hilos a la marioneta de apellido Insulza, para que primero Centroamérica y luego la OEA en pleno, condenaran el “derrocamiento por golpe de estado del democrático Zelaya”… que realmente no es tal cosa. Así ocurrió y sin ápice de sentido común o criterio propio, los otros presidentes centroamericanos mordieron el anzuelo, se sumó al rechazo Felipe Calderón de México y hasta el otrora sensato Álvaro Uribe.
Ahora ya “no importa” que Zelaya esté acusado de corrupto o que haya querido perpetuarse –a la fuerza- en el poder, propiciando mediante sus argucias un golpe de estado técnico… lo “único que importa” desde la perspectiva burocrática de altos vuelos, aglutinada en la OEA, es que los hermanos catrachos, reciban con los brazos abiertos al traidor “Mel” cuyo destino debiera ser –no la presidencia- sino los tribunales y luego la cárcel. Honduras se ve sitiada por malos vecinos (oficiales), es incomprendida en su esfuerzo plausible por autodeterminar su camino; los hondureños ven amenazadas sus ilusiones y hasta su abastecimiento, porque un mundo hipócrita y una institución hipócrita como la OEA, se rasgó las vestiduras, ante la deposición de un mal presidente pero ve para otro lado, cuando Chávez, Correa, Morales, Ortega y demás tipejos con aspiraciones dictatoriales, someten y asfixian la democracia… la OEA se convierte –entonces- en un organismo facilitador del fascismo y consentidor de lo deplorable. Planteo por último una pregunta ¿Se habrá percatado la OEA y los presidentes latinoamericanos que condenan –ideológicamente- al actual gobierno hondureño, que su defensa oficiosa de “Mel” implica cuestionar al congreso hondureño y su Corte Suprema de Justicia? ¡Piénselo!