Los últimos días encontraron a la república hondureña en el clímax de una confrontación social de proporciones gigantescas, al debatirse la legitimidad de una encuesta popular promovida por casa de gobierno. El presidente Manuel Zelaya, a través del uso excesivo de la reiteración, ya fuere en su discurso, o a través de diversas y elaboradas maniobras publicitarias, llamó a la población a participar en dicha encuesta. Siendo Honduras uno de los países más pobres del hemisferio, el presidente Zelaya y su gabinete se valieron de las emociones irracionales de un pueblo sin educación para atraer partidarios a su encuesta.
Zelaya, descendiente de una de las familias más antiguas del país, con larga tradición en la hacienda, (y con polémica participación en una masacre que calló a una insurrección campesina hace algunas décadas) decidió atacar a la oligarquía; la misma que en sus palabras asesinó al prócer Morazán. Sus discursos y su retórica, prolongados, redundantes, simplistas, pero sobre todo inflamatorios, avivaron las tensiones sociales y políticas entre los diferentes sectores de la sociedad en los tres años de gobierno.
Hoy, después de los hechos, la comunidad internacional, la misma que le dio la espalda a Honduras, cuando movimientos como la Unión Cívica por la Democracia, y las iglesias Protestantes y Católicas realizaron multitudinarias manifestaciones en defensa de la legalidad y la Constitución, atacan con vehemencia las acciones desesperadas del ex gobernante. Lo que haría a cualquiera preguntarse si los medios de comunicación internacionales solo están interesados en noticias trágicas y extremas, ignorando los alaridos de una sociedad en crisis para poder explotar el frenesí mediático que provoca un hecho como la destitución de un presidente.
Violando la imparcialidad que deben tener los medios de comunicación, estos se han enfocado de manera única en la figura de Zelaya, sin siquiera preguntarse qué opinan los hondureños de los demás entes gubernamentales del país, o que opinan aquellas personas que no salieron a quemar llantas frente a la casa presidencial. Claro está, que las opiniones de los demás no son de relevancia cuando se trata de montar un espectáculo televisivo, aún y cuando podrían traer el balance necesario al reportaje. Las personas del mundo desarrollado se muestran horrorizadas desde la comodidad de sus sillones, y condenan los hechos que se desenvuelven en un país del que muchos no habían oído hablar, o del que no precisaban su posición geográfica hasta que el noticiero colocó un mapa en la pantalla, gracias a la falta de balance.
Se apresuran los analistas a dar sus opiniones sobre un proceso que tildan de incorrecto, sin siquiera conocer las leyes y los procesos institucionales que rigen a este país. Sería una verdadera diversión si en plena crisis política en algún país del primer mundo, se levantaran los periodistas hondureños a opinar y a denunciar hechos, haciéndolo con preceptos del derecho local que en nada aplican en esos países.
Es fácil asumir una posición correcta, y aun más fácil señalar con un dedo a un país que a los ojos del mundo aun se encuentra en la edad de piedra. Bastaría con unos días padeciendo en las condiciones del hondureño común, que es azotado por todas las inclemencias de la pobreza extrema, para que estos enardecidos comentaristas cambiaran sus opiniones. El presidente Zelaya, en plena crisis económica y social, decidió gastar millones en una campaña publicitaria para su encuesta popular. Si algo tenía dicho sondeo, no era la rectitud ni la ecuanimidad, ya que si se le va a consultar algo al pueblo, el gobierno no debería de realizar una campaña carísima para decirle a este por que votar.
Zelaya en el exilio se ha convertido en un mártir, seguro que ahora le será otorgado el Premio Nobel de la Paz. Y es que “Mel” que tanto goza de pensarse una figura mesiánica, condujo a Honduras hacia el caos. No estaba en Honduras ni CNN, ni la BBC, cuando enfrentó a su propia población unos contra otros, ni cuando se rehusó a soltar el dinero de su preciada campaña para reconstruir después del reciente terremoto, ni estuvieron para tantos hechos más de corrupción y mala administración de Zelaya. Actualmente, los bordos de contención de los grandes ríos en el norte se encuentran severamente dañados (amenazando las vidas de miles de pobladores y la seguridad de su sustento), el estado en quiebra, el pueblo hondureño dividido y engañado, existen enormes deudas con el estado de Venezuela, la epidemia de la influenza sigue sin atender, los hospitales sin abastecer, etc. Todo por promover una consulta que tras su publicación en el diario oficial “La Gaceta” SI resultaba ser vinculante, contrario a lo que venía pregonando en su carísima campaña mediática.
Pero, en la tierra de lo imposible, no bastaron las reprochables acciones del presidente a nivel interno. Zelaya tuvo que conducir a Honduras hacia la vorágine del Socialismo del siglo XXI chavista. Ahora que el pueblo hondureño se levanta ante la cara de la opresión y de la injusticia, Hugo Chávez, Daniel Ortega, y el mismo Manuel Zelaya amenazan el orden y la estabilidad del país. Ante la advertencia de una violación a la soberanía y a la dignidad del país por parte de un inclemente grupo de hombres, en todo sentido megalómanos, los medios de comunicación internacionales aún no reaccionan.
Es de recordar la insigne frase que a finales del siglo XVIII colocó el párroco José Simón de Zelaya sobre el dintel de la catedral capitalina ante las adversidades de una Honduras que preparaba a los que serían los héroes de la independencia: “SAN MIGUEL ARCANGEL VEN EN AUXILIO DE NUESTRO PUEBLO”. Y, es que ante la reacción del mundo a la decisión de los hondureños de luchar por su libertad, se hace aparente, que ocuparemos de algo más que intervención divina para defender la soberanía nacional.
No es momento de empezar una cacería de brujas, los individuos que apoyaron a la encuesta siguen siendo, sin embargo, hondureños. La presidencia del señor Zelaya provocó una enorme herida en la sociedad nacional. Las autoridades y el pueblo, deben de luchar por corregir los errores que los condujeron hasta este punto. El pueblo no olvida, y lo que no se corrija en este momento de tanta transcendencia regresará a asecharnos en el futuro. Ante la amenaza del grupo extranjero de la ALBA, reiteramos que por nuestras venas corre la sangre guerrera del Cacique Lempira y del General Morazán, y que los hondureños estamos dispuestos a morir antes de permitir que Hugo Chávez dirija el destino de nuestra amada HONDURAS. ¡NO PERDAMOS ENTUSIASMO Y DEFENDAMOS A NUESTRO PAIS!
Zelaya, descendiente de una de las familias más antiguas del país, con larga tradición en la hacienda, (y con polémica participación en una masacre que calló a una insurrección campesina hace algunas décadas) decidió atacar a la oligarquía; la misma que en sus palabras asesinó al prócer Morazán. Sus discursos y su retórica, prolongados, redundantes, simplistas, pero sobre todo inflamatorios, avivaron las tensiones sociales y políticas entre los diferentes sectores de la sociedad en los tres años de gobierno.
Hoy, después de los hechos, la comunidad internacional, la misma que le dio la espalda a Honduras, cuando movimientos como la Unión Cívica por la Democracia, y las iglesias Protestantes y Católicas realizaron multitudinarias manifestaciones en defensa de la legalidad y la Constitución, atacan con vehemencia las acciones desesperadas del ex gobernante. Lo que haría a cualquiera preguntarse si los medios de comunicación internacionales solo están interesados en noticias trágicas y extremas, ignorando los alaridos de una sociedad en crisis para poder explotar el frenesí mediático que provoca un hecho como la destitución de un presidente.
Violando la imparcialidad que deben tener los medios de comunicación, estos se han enfocado de manera única en la figura de Zelaya, sin siquiera preguntarse qué opinan los hondureños de los demás entes gubernamentales del país, o que opinan aquellas personas que no salieron a quemar llantas frente a la casa presidencial. Claro está, que las opiniones de los demás no son de relevancia cuando se trata de montar un espectáculo televisivo, aún y cuando podrían traer el balance necesario al reportaje. Las personas del mundo desarrollado se muestran horrorizadas desde la comodidad de sus sillones, y condenan los hechos que se desenvuelven en un país del que muchos no habían oído hablar, o del que no precisaban su posición geográfica hasta que el noticiero colocó un mapa en la pantalla, gracias a la falta de balance.
Se apresuran los analistas a dar sus opiniones sobre un proceso que tildan de incorrecto, sin siquiera conocer las leyes y los procesos institucionales que rigen a este país. Sería una verdadera diversión si en plena crisis política en algún país del primer mundo, se levantaran los periodistas hondureños a opinar y a denunciar hechos, haciéndolo con preceptos del derecho local que en nada aplican en esos países.
Es fácil asumir una posición correcta, y aun más fácil señalar con un dedo a un país que a los ojos del mundo aun se encuentra en la edad de piedra. Bastaría con unos días padeciendo en las condiciones del hondureño común, que es azotado por todas las inclemencias de la pobreza extrema, para que estos enardecidos comentaristas cambiaran sus opiniones. El presidente Zelaya, en plena crisis económica y social, decidió gastar millones en una campaña publicitaria para su encuesta popular. Si algo tenía dicho sondeo, no era la rectitud ni la ecuanimidad, ya que si se le va a consultar algo al pueblo, el gobierno no debería de realizar una campaña carísima para decirle a este por que votar.
Zelaya en el exilio se ha convertido en un mártir, seguro que ahora le será otorgado el Premio Nobel de la Paz. Y es que “Mel” que tanto goza de pensarse una figura mesiánica, condujo a Honduras hacia el caos. No estaba en Honduras ni CNN, ni la BBC, cuando enfrentó a su propia población unos contra otros, ni cuando se rehusó a soltar el dinero de su preciada campaña para reconstruir después del reciente terremoto, ni estuvieron para tantos hechos más de corrupción y mala administración de Zelaya. Actualmente, los bordos de contención de los grandes ríos en el norte se encuentran severamente dañados (amenazando las vidas de miles de pobladores y la seguridad de su sustento), el estado en quiebra, el pueblo hondureño dividido y engañado, existen enormes deudas con el estado de Venezuela, la epidemia de la influenza sigue sin atender, los hospitales sin abastecer, etc. Todo por promover una consulta que tras su publicación en el diario oficial “La Gaceta” SI resultaba ser vinculante, contrario a lo que venía pregonando en su carísima campaña mediática.
Pero, en la tierra de lo imposible, no bastaron las reprochables acciones del presidente a nivel interno. Zelaya tuvo que conducir a Honduras hacia la vorágine del Socialismo del siglo XXI chavista. Ahora que el pueblo hondureño se levanta ante la cara de la opresión y de la injusticia, Hugo Chávez, Daniel Ortega, y el mismo Manuel Zelaya amenazan el orden y la estabilidad del país. Ante la advertencia de una violación a la soberanía y a la dignidad del país por parte de un inclemente grupo de hombres, en todo sentido megalómanos, los medios de comunicación internacionales aún no reaccionan.
Es de recordar la insigne frase que a finales del siglo XVIII colocó el párroco José Simón de Zelaya sobre el dintel de la catedral capitalina ante las adversidades de una Honduras que preparaba a los que serían los héroes de la independencia: “SAN MIGUEL ARCANGEL VEN EN AUXILIO DE NUESTRO PUEBLO”. Y, es que ante la reacción del mundo a la decisión de los hondureños de luchar por su libertad, se hace aparente, que ocuparemos de algo más que intervención divina para defender la soberanía nacional.
No es momento de empezar una cacería de brujas, los individuos que apoyaron a la encuesta siguen siendo, sin embargo, hondureños. La presidencia del señor Zelaya provocó una enorme herida en la sociedad nacional. Las autoridades y el pueblo, deben de luchar por corregir los errores que los condujeron hasta este punto. El pueblo no olvida, y lo que no se corrija en este momento de tanta transcendencia regresará a asecharnos en el futuro. Ante la amenaza del grupo extranjero de la ALBA, reiteramos que por nuestras venas corre la sangre guerrera del Cacique Lempira y del General Morazán, y que los hondureños estamos dispuestos a morir antes de permitir que Hugo Chávez dirija el destino de nuestra amada HONDURAS. ¡NO PERDAMOS ENTUSIASMO Y DEFENDAMOS A NUESTRO PAIS!
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